Hoy voy a dejar a un lado el verso, voy a centrarme en la prosa ya que no hay mejor poesía que hablar de lo que me haces sentir.
Has conseguido en mí expirar mis miedos, has llegado a lo más hondo, a eso que tenía escondido, prohibido, cerrado al público. Y lo mejor no es eso, lo mejor es que intentas entenderlo y aunque a veces no lo consigas, porque admito que hay cosas de mí que no son fáciles, me haces sentir tan bien igualmente.
Quiero darte las gracias por llegar a mi vida, por hacer de mis sueños una realidad, por tu comprensión y tu paciencia, por esos planes de futuro.
Futuro,
qué miedo me daba esa palabra antes de conocerte. Nunca hablaba de él, me atemorizaba, dejaba que el tiempo pasase y el destino hiciera su curso, o eso decía. Pero a estas alturas reconozco que era un escudo mental para evitar que las cosas me hiciesen más daño, no sé, pensaba que todo pasaba por algo y así todo se me hacía más fácil.
Pero ahora has llegado y hablar de él mientras tú formes parte de mi existencia me provoca la más increíble sensación, planear contigo una vida y que se nos quede corta, eso, amor, es mi destino.
Se quiere día a día, y no hay nada que más feliz me haga que seas tú de la persona que me vaya enamorando más y más minuto a minuto.
A tu lado haces que me sienta enorme, inmensa, universal, fuera de los límites que la humanidad pueda entender, como nunca antes, como jamás pensé que me podría sentir ni conmigo misma, ni con nadie. No miento cuando afirmo que me has roto los esquemas, puede sonar típico, pero para mí es incluso corto, como decirte que eres preciosa, también se me queda corto. Tu cuerpo en conjunto es sinónimo de éxtasis.
Te confieso que el mejor viaje lo hice con mis dedos, definiendo tu cintura, llegando hasta el final de ti, haciendo de nuestros dos cuerpos uno. Y el mejor destino has hecho que sea mi propia cama convirtiéndola en paraíso con vistas a tu persona, con nuestra desnudez entrelazada y silencios que hablaban por sí solos.
Me complementas.
Sé que no soy lo que esperabas, y también que tengo manías quizás desesperantes, pero tú, y solo tú, me das fuerzas para volver a creer en mí, cariño, me haces bien, más que cualquier otra cosa, por eso, ahora que sé lo que es vivir contigo, no podría permitirme un segundo sin ti. El tiempo cuando no estoy a tu lado es una tortura definida como echar de menos. Su lentitud, sus horas que parecen eternidades, su conjunto de cosas dulces por hacerte que se me pasan por la cabeza si te tuviera delante, las ganas de que llegue ya ese beso que parece que se ha quedado estancado en un momento que nunca llega, la soledad que siento si no te tengo...
Dicen que no es bueno acostumbrarse a alguien, amor, menuda estupidez. Acostumbrarme a tus abrazos es algo sobrenatural, prodigioso, espectacular. Digno de envidiar.
Gracias otra vez por convertirte en mi más bonita casualidad, por cuidarme como me cuidas, por sacarme sonrisas que duran días y por ser tal y como eres. Te quiero.
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